SANTIDAD, IDEAL DE VIDA

Publicado por Mario Fontalvo

El mundo actual es una fábrica de prototipos seductores para el consumo de los más jóvenes. Se reproducen en reality shows, narconovelas y en sutiles notas de entretenimiento. Se comentan en las redes sociales y captan muchos “me gusta”. Son productos muy atractivos porque ofrecen un ideal de vida ligera, sin las complicaciones propias de la responsabilidad, la honestidad y cualquier otro tipo de valor que pese en su vivencia. En los arquetipos de esta sociedad de libertad trastocada, se vive del placer sin límites, la felicidad se logra con accesorios y la violencia o el engaño también puede ser un medio para salir adelante. Incluso, abundan las formas más individualistas de la humanidad donde el amor no duele ni se desgasta en el otro, es un sentimiento ególatra. Hoy, estos modelos cautivan a la juventud y si no los sigues estás out.
 
En este entorno de libertinaje que se ha vuelto cultura, un estilo común de vivir, los jóvenes están llamados a romper los paradigmas impuesto por la sociedad de consumo, a vivir de acuerdo a ideales santos que invitan a ser auténticos y a no dejarse llevar por lo que el mundo ofrece. En este sentido, son justas las palabras de su S.S. Juan Pablo II en su encíclica Evangelium Vitae (Evangelio de la Vida) al afirmar que “en nuestro contexto social actual, marcado por una dramática lucha entre la cultura de la vida y la cultura de la muerte, se necesita desarrollar un profundo sentido crítico capaz de discernir los valores verdaderos y las auténticas necesidades”
 
San Pablo, en su Carta a los Romanos, bien decía: “No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto” (Rom. 12, 2) Así lo comprendieron quienes hoy se encuentran en los altares, nuestros amados santos, quienes con su ejemplo y sabia invitación a la entrega, a la humildad, a la oración y al servicio, nos trazaron un ideal de vida, por fuera de los estereotipos del mundo. A imitación de ellos, estamos llamados a ser el reflejo de sus vidas marcando el camino que otros jóvenes podrán seguir, en medio de las seducciones que proliferan en la cultura de muerte.
 
En este año de la fe, son ustedes, queridos adolescentes y jóvenes, los enviados especialmente al mundo que los necesita, a otros muchachos y muchachos que pierden su vida ante la carencia de un buen ideal, llenando su existencia de desilusión y desconsuelo. Según la Liga Colombiana contra el Suicidio, 6 de cada 10 jóvenes ha pensado alguna vez en quitarse la vida, y tres de cada veinte jóvenes en el mundo sufren de trastornos depresivos crónicos, a causa de síntomas permanentes de tristeza, apatía, fatiga y la disminución de la capacidad de disfrutar.
 
Amigos y amigas: demuéstrenles al mundo que ser diferentes hace la diferencia.

EN LAS ENTRAÑAS DE UN MILAGRO...

Publicado por Mario Fontalvo

…o un milagro en las entrañas

Por: MARIO FONTALVO F.

La angustia llegó al ver la primera ampolla en el vientre de la madre. Transcurría el segundo mes de un embarazo que inició con un leve desprendimiento del saco gestacional y ahora, al confirmarse la varicela, era catalogado como de alto riesgo. Así lo confirmó el médico de turno, quien alertó a los padres sobre las posibles consecuencias que dejaría esta enfermedad en la criatura por nacer. Sonaba tan seguro, inminente e ineludible aquel dictamen médico, que lo único que restaba era esperar un milagro.

Sólo así, con la esperanza puesta en Dios, los padres pudieron sobrellevar aquella indeseable zozobra, en medio de entristecidas conjeturas y de variadas opiniones médicas. No había un tratamiento certero para revertir posibles daños en el nuevo ser, sólo exámenes sofisticados para determinar qué tan compleja era la situación; pruebas que terminaban siendo mucho más riesgosas que la misma enfermedad viral.

A estas alturas, para algunos, especialmente para aquellos más aferrados a las razones humanas que a los principios de fe, la solución más sensata hubiera sido abortar. ¿Para qué traer al mundo a un niño que va a sufrir? ¿Qué clase de vida sería estar postrado en una cama con algún tipo de discapacidad que le impida ser alguien en la sociedad? Son algunos de los interrogantes que lanzan los que defienden y aceptan el aborto como el método eficaz para salir del “problema” que se avecina.

Y usted, como católico ¿cuál sería su posición al respecto? ¿Es de los que defiende la vida, pero considera que sí se hace necesario cortar el embarazo, en las circunstancias especiales amparadas por la ley? En Colombia, crecen cada vez más los simpatizantes de esta postura, encabezada por activistas que promulgan la equidad de género y reclaman los derechos sexuales y reproductivos de la mujer.

Todo este movimiento feminista lideró una fuerte campaña y una demanda ante la Corte Constitucional, que conllevó en el año 2006 a la despenalización del aborto en tres circunstancias especiales: violación, malformación del feto o riesgo de muerte para la madre. Según estos mismos activistas que lideraron este proceso, luego de esta decisión en todo el país se han practicado alrededor de 3.000 abortos legales desde el 2006.

Sin embargo, para el Dr. Pablo Arango, experto en bioética, después de la despenalización los abortos legales han sido mínimos, por lo que la cifra de los activistas no concuerda con los 201 abortos que reportó el Ministerio de Protección Social en julio de 2008.

La campaña de este movimiento feminista continúa y ahora buscan la despenalización del aborto en todas las circunstancias. Pese a ello, por fortuna todavía existen millones de personas en el mundo, católicos o no, que piensan que el don de la vida es inviolable. Y lo defienden hasta con su propia vida. Como Juana Beretta Mola, una valerosa madre italiana que prefirió morir de cáncer, antes que matar a su hijo por aborto. Este sacrificio fue reconocido por la Iglesia Católica, por medio de S.S. Juan Pablo II, quien la beatificó en 1994.

Asimismo, se han encontrado numerosos testimonios de personas que han sobrevivido a un aborto, como le ocurrió a Sara Smith, quien se mantuvo viva durante varias semanas, con escaso líquido amniótico, luego de que su madre abortara a un hermano gemelo.

Milagros palpables como éstos deben ser el punto de reflexión para cientos de personas que aún creen y acuden a la práctica del aborto como opción preferida para “corregir el error” que viene en camino. Aún más cuando en Colombia se ha venido acrecentando el número de embarazos en adolescentes, así como de los embarazos no deseados. En el 2005, según una encuesta de Profamilia, por lo menos 1 de cada 5 adolescentes entre los 15 y los 19 años de edad eran madres, o estaban o habían estado en embarazo, muchos de ellos no deseados. Se calcula que en el país hay anualmente cerca de 650 mil embarazos no deseados, pero se desconoce con exactitud cuántos de ellos terminan en aborto.

Lo único cierto es que nuestra posición como católicos, aún más como seres humanos, debe ir siempre en defensa de la vida y de ese milagro que se refugia en las entrañas de una madre. Así lo comprendí y lo reafirmé en aquella experiencia de fe que viví al encontrarme, junto con mi esposa, en medio de la incertidumbre de un embarazo de alto riesgo a causa de una varicela en el segundo mes de gestación. Hoy Samuel es un varoncito de 10 meses, totalmente sano. Cada vez que lo vemos sonreír, sentimos que Dios sonríe en nuestras vidas, trayendo un pedacito de cielo a nuestro hogar. Así actúa Dios con su maravilloso milagro de la vida.

LA VIDA CON MENOS DE DOS MIL PESOS

Publicado por Mario Fontalvo

Cuando el ayuno y la abstinencia son el “pan de cada día”

Por: Mario Fontalvo F.

Apartes del artículo publicado en el periódico Kairos, en su edición 226. Arquidiócesis de Barranquilla

¿Se imagina usted cómo sería su vida con menos de un dólar al día? Lo más seguro es que no hubiese podido ir hoy a trabajar por tener tan sólo para pagar un trayecto en bus. Tampoco hubiera tenido dinero para las tres comidas del día, ni mucho menos para las de mañana o para las de toda la vida. Es claro, además, que no tendría todos esos productos y servicios que ofrece el mercado para facilitarnos la existencia; andaría sin celular, sin televisión, sin internet, por citar tan sólo a los iconos más representativos, favoritos y absorbentes en esta era tecnológica. Es más, creo que yo no estaría escribiendo este artículo por no tener computador.

En fin, a pesar de estas hipotéticas situaciones, a estas instancias lo más probable es que aún nos sigo pareciendo difícil la idea de concebir una vida, contando con sólo dos mil pesos diarios en el bolsillo, o incluso menos. Sin embargo, esta es la realidad de cerca de 1.000 millones de personas que viven en condiciones de indigencia en todo el mundo, según lo reporta el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)

En el caso de América Latina, la cifra de indigentes supera los 100 millones de personas, y en Colombia se calcula que hay 8 millones de personas en similar condición, sumadas a los 20 millones de colombianos que viven en situación de pobreza, es decir el 46% de la población cuyo ingreso familiar no supera un millón cien mil pesos. Así lo reveló el informe de actualización sobre las condiciones de pobreza en Colombia, presentado por la comisión de expertos de entidades del Gobierno Nacional y algunas universidades, a finales de agosto de 2009.

Lamentablemente, para estos millones de colombianos, la pequeña lista de carencias imaginadas con las que inicié esta reflexión resulta apenas una aproximación muy lejana, elaborada a tientas y con una mirada un tanto benévola y ala vez ingenua, de lo que en realidad viven aquellos a los que no les alcanza siquiera para comprar un litro de leche diario. Ellos sí saben lo que es andar repartiendo las necesidades de su día entre cuatro monedas de quinientos pesos, defendiendo su dignidad de ser humano con lo poco que tienen empuñado en su mano.

Percibir esta realidad en este tiempo de cuaresma que iniciamos, nos coloca ante múltiples interrogantes sobre cómo estamos viviendo como católicos esta invitación que nos hace la iglesia, de llevar a nuestra vida diaria prácticas de auténtico sacrificio y penitencia. Vivir plenamente este tiempo debe conllevarnos a una auténtica transformación espiritual, y por consiguiente, a un decidido cambio de vida, desprendida de los bienes materiales y mucho más cercana a las necesidades de nuestros hermanos.

Solo así, viviendo en la sencillez y en la solidaridad podremos encontrar la plenitud de nuestras vidas, en la felicidad y en la paz que deja en nuestro interior el darnos, al igual que Cristo, como ese pan que se reparte y se multiplica para todos aquellos que viven con menos de dos mil pesos cada día.

UNA COLUMNA PARA CRISTO

Publicado por Mario Fontalvo

Una columna para Cristo

Fuente: Catholic.net

Autor: P. Fernando Pascual LC

Si todos los periódicos del mundo decidieran dejar libre una columna, en primera página, para que Cristo pueda ofrecer un artículo, ¿qué escribiría?

La respuesta sólo puede darla Cristo. Nosotros, con mucho respeto, queremos imaginar algunas ideas que saldrían del corazón del Maestro y que se plasmarían en unas sencillas y pobres letras humanas. Desde luego, Él diría las cosas del mejor modo imaginable. Quizá incluso no escribiría... Pero dejamos espacio a la creatividad: ¿qué nos diría desde el cielo?

“No es fácil ofrecer mi mensaje en una columna abierta, ante tantos lectores y tantas sensibilidades. Con el permiso de mi Padre, quiero simplemente lanzar una invitación, una llamada, un gesto amigo para quien desee acogerlo.

Quisiera decirte, sencillamente, que eso que esperas, eso que anhelas, eso que buscas, ya es una realidad presente y concreta. Me encarné en María, nací en Belén, viví en Nazaret, prediqué en Judea y en Galilea, morí en una Cruz, resucité, para anunciarte la gran noticia: Dios está en el mundo y vive entre los hombres-

No tienes que esperar otro salvador. No tienes que buscar una doctrina complicada y difícil en las enseñanzas de los sabios. No tienes que sacrificar tu tiempo en técnicas mudables y siempre defectuosas. No tienes que sufrir ante dolores que parecen sin sentido.

La salvación ha llegado. La traigo yo con mi presencia, con mis palabras, con mis gestos, con mi amor. Vengo a buscar la oveja perdida, a sanar el corazón cansado, a perdonar al pecador abatido, a consolar a quien vive sumergido en penas profundas, a levantar al herido, a animar al justo, a defender al débil.

Sólo necesito que me dejes penetrar en tu existencia, que me permitas ordenar tus pensamientos, que me concedas tocar tu corazón confundido, que me concedas perdonar tu pecado, que me dejes estar siempre contigo.

Tendrás que dejar pasiones pasajeras, apegos al dinero, curiosidades peligrosas, placeres que te dañan a ti y dañan a otros, egoísmos con los que hasta ahora has vivido. Pero serás capaz de descubrir un mundo nuevo, donde el perdón restaura al más perverso, donde el amor lleva al heroísmo, donde las razas pueden vivir unidas, donde la guerra y el odio quedan arrojados lejos.

Estoy ahora, simplemente, a tu puerta. No te obligo a abrir, no te fuerzo a amarme. Espero, con respeto, tu respuesta. Si me abres, si me dejas amarte, si me permites ser tu amigo, penetraré en tu alma, te ungiré con mi Espíritu, y podrás descubrir que mi Padre es también Padre tuyo y de todos tus hermanos...”

MÚSICA DE MARÍA PARA UN GRAMMY CELESTIAL

Publicado por Mario Fontalvo

Su concierto de amor interpretado en Mi

Por: Mario Fontalvo F.

Lo primero que escuchó Juan Diego en el Tepeyac fue música. Esa fue la señal mariana que lo detuvo en aquel encuentro ambientado para el mensaje misionero. Como siempre María, ingeniándoselas para tocar el corazón del humilde, que guarda en su interior el ímpetu de servir en la labor evangelizadora de la Iglesia. Es claro: Nuestra Madre se la juega siempre por el sencillo, pues ella, muy buena conocedora del tema por lo que vivió con su Hijo, sabe lo que le cuesta al terco, al erudito, reconocer a Dios y abrirse a su plan de Salvación.

Pero ese no fue el dilema aquí. El reto estaba en llamar la atención de un escogido de sangre latina. Y, por supuesto, para nuestro espíritu caribe, acostumbrados a acompasar el ritmo de nuestra sangre con el golpe invitador de tambores y maracas, la clave estuvo en la música. El plan ideado entre María y ángeles funcionó: el obediente Juan Diego se convirtió en embajador de la madre de Dios. Así quedó consignado en Nican Mopohua, escrito original de las apariciones de la Virgen de Guadalupe a San Juan Diego, en México: "amanecía y oyó cantar arriba del cerrillo: semejaba canto de varios pájaros preciosos; callaban a ratos las voces de los cantores; y parecía que el monte les respondía. Su canto, muy suave y deleitosos, sobrepujaba al del COYOLTOTOTL y del TZINIZCAN y de otros pájaros lindos que cantan."

Dos ideas fundamentales nos deja como enseñanza esta historia: la primera, que María se convierte en música de Dios para dejar al descubierto lo bueno del corazón humano. Por eso la presencia maternal de nuestra Señora en la vida del creyente transforma el desconsuelo en alegría, la desesperación en esperanza, la turbación en calma, la oscuridad en luz. Nuestra estrella de la mañana, con la melodía de su amor, nos vuelve dóciles a la voluntad de Dios haciéndonos, como aquel indígena mexicano, portadores del mensaje de salvación a la humanidad. El anuncio de la virgen no ha perdido su vigencia desde las bodas de Caná: “Hagan lo que Él les diga”. Vivir estas palabras es embarcarse en la aventura de la evangelización, en una entrega absoluta al Plan de Dios. Nuestra dádiva será la misma que recibió Juan Diego: la santidad. Hablando en términos musicales: un grammy celestial para nuestra alma

Es ésta, entonces, la segunda enseñanza del armonioso encuentro. Dejarse cautivar por el canto mensajero de María significa impulsar el alma en dirección a Dios en busca de un lugar a su lado en el cielo. Juan Diego lo entendió y por eso son evidentes las actitudes que lo llevaron a la santidad en la escucha de las palabras de nuestra Madre: obediencia, perseverancia, compromiso y decisión.

Afinemos, entonces, los oídos del alma que María está animándonos a interpretar la mejor canción de Dios en nuestra vida, dándole la armonía perfecta a nuestro corazón desentonado. Cada nota de su acorde celestial es una invitación a ser santos en el servicio y en la entrega, haciendo vida el mandamiento nuevo que Jesús nos dejó. Siguiendo el mensaje de María, hagamos lo que su Hijo nos dice y cantemos la pieza musical que Él compone en nuestra vida, para que el amor de Dios que se reparta a los demás.

EL VALOR DEL TRABAJO

Publicado por Mario Fontalvo

Laura Fontalvo

Para los católicos el trabajo bien hecho por amor a Dios, se convierte en camino de santificación y medio para lograr el perfeccionamiento personal y profesional.

El trabajo es un don de Dios, un gran bien para el hombre, y no sólo un bien útil o para disfrutar, sino un bien digno, es decir, que corresponde a la dignidad del hombre, un bien que expresa esta dignidad y la aumenta. Una vida sin trabajo se corrompe, y en el trabajo el hombre «se hace más hombre», más digno y más noble, si lo lleva a cabo como Dios quiere.

El Señor nos dio, en sus años de Nazareth, un ejemplo admirable de la importancia del trabajo y de la perfección humana y sobrenatural con que hemos de realizar la tarea profesional. Jesús, creciendo y viviendo como uno de nosotros, nos revela que la existencia humana, el quehacer corriente y ordinario, tiene un sentido divino. Su misma manera de hablar, las parábolas e imágenes que utilizará después en su predicación revelan a un hombre que ha conocido muy de cerca el trabajo; No era el "filósofo", ni el “visionario", sino el artesano. Uno que trabaja, como todos.

Asimismo, en San José, encontramos una existencia también llena de trabajo, una vida corriente como la nuestra, y al que en el día de hoy podemos encomendar nuestras tareas profesionales. Él inició a Jesús en su oficio y le enseñó hasta adquirir la maestría de un verdadero profesional en el manejo de la sierra, del escoplo, de la garlopa y del cepillo.

Hoy, en nuestra oración serena y sosegada, hemos de tener presente que este mismo espíritu de laboriosidad, de trabajo intenso, lo espera también el Señor de nosotros. “Desde ahora, pues, hermanos, cantemos, no por amenizar nuestro descanso, sino para sostener nuestros trabajos, como se canta de camino: «Canta pero camina; mantén tu trabajo cantando; no te dejes llevar de la pereza; canta y camina». Progresa, progresa en el bien, progresa en la verdadera fe, progresa en la santidad. Canta y camina.”(S. Agustín)

IGLESIAS DOMÉSTICAS PARA EL MUNDO DE HOY

Publicado por Mario Fontalvo

Por Mario Fontalvo F.

Algunos dirán, con suprema autoridad injuriosa, que la vida es injusta, cada vez que ven salir por la pantalla de tv. a los pequeños del ICBF, con su foto de carnét y descripción de catálogo, tipo Yanbal o Ebel, reclamando su hogar esquivo. Piensan que resulta desigual que, mientras unos buscan con insistencia el calor de una casa llena de parientes amorosos, otros, en cambio, se esfuerzan por estar lo más alejado de su familia. La culpa no es de la vida, ni mucho menos de su Creador, para anticiparnos a las posturas de los incrédulos que se la pasan achacándole a Dios todos los males que produce el errar cotidiano de los ser humanos.

La sociedad, en su vertiginoso decaimiento hacia la pérdida absoluta de los valores morales y espirituales, ha hecho de la familia un estorbo y del vínculo matrimonial un accesorio de museo. Para la prueba, el DANE acaba de revelar que la mitad de los colombianos vive en unión libre. Así, un hogar apartado de Dios, que no lo reconoce como centro y sentido único de su vida familiar, difícilmente podrá hacer de ese refugio del amor bendecido una auténtica escuela de fe. La fragmentación y desvalorización del núcleo familiar es, con certeza, fuente de muchos de los problemas que nos aquejan como sociedad: drogas, prostitución, violencia, suicidios y maltrato físico y psicológico entre congéneres.

Aún más, las uniones de jóvenes que le huyeron al compromiso sagrado, que confundieron el amor con sus pasiones de momento y que se dejaron llevar por el libertinaje alcahueteado socialmente, tienen duración de mariposa y la mayoría están predestinadas al fracaso, viendo en la separación su salida de emergencia más cercana. Como siempre, los culpables terminan siendo los frutos de esa unión improvisada. A algunos de ellos los veremos crecer por televisión con la esperanza de ser reconocidos por sus padres indolentes; a otros les tocará permanecer en la lista de espera hasta que algún hogar sustituto les cambie su condición de huérfanos.

Por eso, en toda ocasión nuestra iglesia católica nos invita a mantener siempre presente a Dios en las familias, fundada sobre el matrimonio como institución natural, y a rescatar el valor fundamental que tienen en la sociedad, pues como lo manifestó el recordado Papa Juan Pablo II: “el futuro de la humanidad pasa a través de la familia”. De igual manera, lo expresó su Santidad el Papa Benedicto XVI en la carta al Cardenal Alfonso López Trujillo, Presidente del Consejo Pontificio para la Familia, con motivo del Encuentro Mundial de las Familias en Valencia: “Todos los pueblos, para dar un rostro verdaderamente humano a la sociedad, no pueden ignorar el bien precioso de la familia, fundada sobre el matrimonio”. Añade el Sume Pontífice: “La familia cristiana tiene, hoy más que nunca, una misión nobilísima e ineludible, como es transmitir la fe, que implica la entrega a Jesucristo, muerto y resucitado. Así se va construyendo un universo moral enraizado en la voluntad de Dios, en el cual el hijo crece en los valores humanos y cristianos que dan pleno sentido a la vida.”

Esta invitación impulsa diariamente a nuestras familias a ser “pequeñas iglesias domésticas”, como las denominó el Concilio Vaticano II, a enmarcarse en el contexto de la gran familia de la Iglesia, que la apoya y la acompaña, colaborando con la tarea fundamental que está constituida por la formación de la persona y la transmisión de la fe. En definitiva: familias seguir el modelo de la familia de Nazareth, que recorrió nuestro mismo camino, entre dolores y alegrías, entre oración y trabajo, siendo guardianes de la fe y anunciadores del amor de Dios entre nosotros.